La hipertensión arterial es el factor de riesgo más importante para padecer enfermedad cardiovascular prematura: infarto de miocardio, accidente cerebrovascular e insuficiencia cardíaca, como así también es una de las causas más frecuentes de insuficiencia renal crónica y diálisis. Su prevalencia es muy elevada, ya que afecta en nuestro país a uno de cada tres adultos.
En relación a las causas de hipertensión arterial debemos considerar dos grupos: la hipertensión primaria, que se da en 9 de cada 10 personas, y la hipertensión secundaria. En la hipertensión primaria no hay un único agente causal, sino una poli causalidad, involucrando mecanismos neurales, renales, endócrinos, humorales y vasculares, todo ello sobre la base de una predisposición genética. Por otra parte, la hipertensión secundaria es consecuencia de una enfermedad o circunstancia especifica. Por ejemplo, un desorden endócrino con exceso de hormonas capaces de inducir hipertensión como aldosterona o catecolaminas; o afecciones como la insuficiencia renal, la obstrucción de la arteria renal, la apnea del sueño o la obesidad mórbida. También hay causas medicamentosas por la ingesta regular de fármacos o el consumo de drogas de abuso.
¿Cómo se diagnostica la hipertensión arterial?
Para ello se requiere de un instrumental básico que consiste en un tensiómetro, el cual puede ser analógico (tensiómetro aneroide) o digital y de un personal capacitado adecuadamente. El instrumental debe calibrarse periódicamente y recomendamos los dispositivos automáticos que se colocan en el brazo y no en la muñeca.
Luego de una adecuada toma de presión arterial que incluye varios registros sucesivos, los pacientes que presenten valores por encima o iguales a 140/90 mm Hg en dos a tres consultas separadas por una semana, serán considerados hipertensos. Cabe aclarar que, en los casos de pacientes con daño de órgano blanco hipertensivo, es decir compromiso o afección cardiovascular, cerebral, renal u ocular por la hipertensión, se puede establecer el diagnóstico en la primera consulta. Los pacientes con daño de órgano blanco son considerados de alto riesgo.
¿Existe el efecto o la hipertensión de "guardapolvo blanco"?
Si. Ocurre cuando los pacientes tienen cifras más altas de presión arterial en la consulta médica que cuando están en sus hogares. Es decir, estos valores de consultorio no se mantienen en forma sostenida en el tiempo, sino que se elevan sólo en ese momento. De este modo ellos pueden referirnos que cuando se toman la presión en su domicilio es más baja o normal. Sumado a esto al evaluarlos más profundamente, no se hallan evidencias de daño de órgano blanco, y el monitoreo ambulatorio de presión de 24 horas (presurometría), comprueba los dichos del paciente, es decir promedios tensionales normales. A pesar de ello, estos pacientes deben mantener conductas saludables para prevenir el desarrollo de una hipertensión futura.
¿En qué consisten las medidas de prevención?
Incluyen la incorporación de actividad física aeróbica regular, evitar el sobrepeso, mantener una alimentación saludable (rica en vegetales, frutas, cereales, adecuada en proteínas y aceites vegetales, baja en sodio, harinas y grasas saturadas), suspensión del tabaco, evitar los excesos de alcohol y no consumir drogas de abuso. Estas medidas son de suma importancia para prevenir que las personas con factores de riesgo y antecedentes familiares sean futuros hipertensos.
En relación a las edades tempranas de la vida resulta preocupante el aumento en el sobrepeso y la obesidad infantil, los que están principalmente relacionados con una alimentación donde abundan las comidas rápidas no hechas en casa, con altísimos contenidos de harinas y azúcares (incluyendo gaseosas y golosinas), la pérdida del orden en la distribución de las comidas y sumado a ello, el aumento en la exposición a las pantallas de todo tipo, que los aleja del juego y la actividad física al aire libre.
¿Y la sal?
El sodio nos permite mantener los líquidos de nuestro cuerpo y no perderlos. Debido a ello, en nuestros centros nerviosos más primitivos, la avidez por el mismo puede rozar el placer y muchos pacientes pueden referirnos eso al decir que lo necesitan imperiosamente o no pueden ingerir alimentos sin sodio. En realidad, comer con cantidades bajas de sal no aumenta significativamente la presión, por lo que los pacientes hipertensos pueden consumir dosis bajas de sodio en las comidas sin mayores inconvenientes. Para decirlo de otro modo, el problema no es el contenido de sodio del agua mineral o del agua de red, ni el que contiene el pan o las galletitas. Debemos enfocarnos en evitar los alimentos con cantidades muy elevadas de sodio, como comidas no hechas en casa (pizzas y empanadas), o como aceitunas, snacks, conservas, fiambres, quesos duros salados, etc. La ingesta regular de estos alimentos, si conlleva aumentos sostenidos en la presión arterial y promueve la retención corporal de líquidos, especialmente a nivel de los miembros inferiores.
Una vez diagnosticada la hipertensión ¿es útil el auto-monitoreo?
Si. El auto-monitoreo de la presión arterial con dispositivos digitales automáticos que se pueden tener en el domicilio, constituye un avance muy importante. Esto le permite al paciente la toma de la presión en un ambiente con menos nerviosismo que en un consultorio, o que en un ambiente externo como una farmacia o un centro de salud. Además, el tensiómetro siempre le tomará la presión del mismo modo y evitará así la variabilidad de las tomas por diferentes personas y con diferentes dispositivos. Es necesario contar con una breve instrucción de cómo debe realizarse la toma, que comprende al menos estar sentado cómodo, con el brazo descubierto y apoyado, con un reposo previo de cinco minutos, sin haber previamente fumado o ingerido comida o café, con los pies apoyados y el manguito colocado adecuadamente en el brazo. Así el médico indicará si debe tomarse todos los días y evitará que el paciente realice múltiples tomas diarias, lo que no es aconsejable.
¿Quiénes deben tomar medicación?
Los medicamentos que descienden la presión arterial no actúan sólo en el momento de la toma, lo hacen en forma sostenida durante varias horas. Por ello, para el tratamiento farmacológico debe comprobarse la existencia de hipertensión sostenida y no episódica. Así, en forma general podemos decir que los pacientes en los que se han comprobado cifras de presión arterial iguales o mayores a 140 / 90 mm Hg, tienen la recomendación de inicio de tratamiento antihipertensivo. Siempre deberán ser acompañados de las medidas de prevención no farmacológicas mencionadas previamente.
En síntesis, la hipertensión arterial afecta a millones de personas en todo el mundo y a uno de cada 3 personas adultas en nuestro país, por lo que concientizarnos de ello y hacerlo con nuestros pacientes resulta primordial. Así a través de estos conceptos y sumando al auto-monitoreo los pacientes adquieren conocimientos básicos que les permiten cuidarse más y mejor, y lo que es más importante, saben cómo hacerlo.
Doctor Mariano Duarte Jefe Laboratorio Hipertensión Arterial Hospital de Clinicas Facultad de Medicina UBA